El estremecedor crujir del
interior de la tierra que a muchos pobladores de Morales despertó en la mañana
del pasado domingo, y que al menos durante 25 segundos nos sobresaltó, es un
reflejo más de que nuestra gran casa necesita un respiro; Un nuevo aliento que al fin de cuentas nos favorece y conlleve a
comprender su necesidad de proteger.
La mayoría de la población solo
sufrió con el susto, muchos apelaron a las oraciones y la protección divina,
otros en cambio reaccionaron saliendo de sus refugios sin mirar a su alrededor;
luego, comenzaron a evaluar los posibles daños y afectaciones que solo se han
traducido en agrietamientos en varias viviendas que presentaban algunas fallas
estructurales. Cabe recordar que aún existen casas de bahareque y muchas
viviendas están construidas en zonas de ladera.
Lo cierto es que la ocurrencia de
este tipo de eventos naturales demuestra
lo vulnerable y la fragilidad de la población; sumergida en la cotidianidad, el
consumismo de un mundo despiadado que no valora la inmensidad de su entorno
natural, aún en estos momentos de tanta incertidumbre. Incluso, muchos esperan
que tras el sismo el gobierno asuma los
daños ocasionados por el fenómeno natural.
En la localidad hace solo seis
años se presentó un evento de similares características, cuyo epicentro fue en
sus alrededores y que al igual que ayer, generó por fortuna solo algunos daños
materiales, en aquella ocasión autoridades efectuaron los reportes que
permitieron el apoyo con materiales de construcción para mejorar algunas edificaciones averiadas. Lo
más importante es que la ciudadanía poco a poco sea consciente de adoptar
medidas de prevención y autocuidado a igual, que se viene efectuando con la
pandemia del Covid-19.
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